'Despelote': un Mundial de Fútbol monocromático que se juega en las calles de Quito

Despelote
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Wilson Vega

Director

Los videojuegos deportivos son muy populares, pero por regla genera se centran únicamente en replicar la acción en el campo. Ese no es el caso de Despelote, que se lanza en PlayStation, Xbox y PC (con un lanzamiento de Switch previsto en las próximas semanas). Este juego, queda claro, quiere ofrecer una perspectiva refrescantemente diferente.

Julian Cordero Y Sebastian Valbuena

No se trata solo de marcar goles; es un evocador viaje a la infancia de sus creadores Julián Cordero y Sebastián Valbuena, con el vibrante telón de fondo de Quito (Ecuador), durante la ferviente candidatura de la nación para la Copa Mundial de 2002.

Tras años de trabajo en su desarrollo, Despelote llamó la atención por primera vez con su distintivo estilo visual. El mundo del juego combina fondos fotográficos de Quito con expresivos dibujos lineales que se superponen a personajes y objetos clave, creando una estética única y memorable.

Los jugadores experimentan este mundo monocromático a través de los ojos de Julián, de ocho años, cuya obsesión con el fútbol refleja las esperanzas y ansiedades de un país que lidia con la inestabilidad política y económica.

Retorno a la infancia

Despelote

Despelote captura la atención fragmentada y la curiosidad ilimitada de la infancia. El juego integra su mecánica a través de distracciones lúdicas, como una apertura que te tiene absorto en un videojuego de fútbol mientras fragmentos de conversación de adultos entran y salen de foco. Por ese tapiz sonoro ganó el premio a la Excelencia en Audio en el Festival de Juegos Independientes.

A lo largo de la experiencia, el mundo de Julián está salpicado de recuerdos de su pasión: partidos televisados, amigos jugando en la calle y el encanto siempre presente de una pelota de fútbol. Las tareas mundanas y las directivas de los adultos a menudo pasan a un segundo plano frente al cautivador mundo del juego.

La perspectiva en primera persona se extiende al propio juego de fútbol. Si bien los partidos estructurados están presentes, la experiencia principal gira en torno a patear el balón libremente. Este enfoque informal fomenta la exploración de Quito y transforma la ciudad en un patio en el que cualquier pared o espacio abierto se convierte en una cancha y una oportunidad para divertirse.

La estructura narrativa de Despelote es intencionadamente suelta e impresionista, y en ella el sentimiento siempre se impone sobre una historia perfectamente tejida. La atmósfera de esperanza que rodea la clasificación para la Copa del Mundo se entrelaza con la tensión subyacente del clima sociopolítico de Ecuador y las sutiles ansiedades de crecer.

Por todo esto, Despelote no es solo un juego de fútbol; es una exploración conmovedora y perspicaz de la infancia, la comunidad y el poder unificador del deporte, en especial en realidades como la latinoamericana, en donde llega a elevarse para ser una profunda experiencia humana y social.

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