A pesar de su fuerza dramática, el episodio de la semana pasada, el tercero de la segunda temporada de The Last of Us, fue ligero en presencia de infectados. Más allá de los cuerpos de los caídos en la batalla de Jackson, no vimos uno solo.
Es una decisión entendible, pero también lo es el hecho de que el cuarto episodio compense ese hecho con una de las secuencias más intensas de lo que va de la temporada.
--Siguen spoilers del tercer episodio de la segunda temporada de The Last of Us--
Enter Isaac
El episodio abre con un flashback, que muestra la llegada, en 2018, de Isaac Dixon a la zona de cuarentena de Seattle. Su ascenso al poder del Frente de Liberación de Washington (WLF) exigió, nos enteramos, una muestra de lealtad, que se pagó al traicionar a su grupo.

Esa clase de determinación es la carta de presentación de Isaac, un antagonista importante a quien interpreta Jeffrey Wright (que le dio la voz en el juego) y que, ahora, 11 años después, se encuentra en el camino de Ellie y Abby. De paso, esa matemática nos indica que los hechos de la segunda temporada ocurren en 2029.

Mucho del episodio se centra en la floreciente relación entre las dos jóvenes. Ambas guardan un secreto y, antes de que termine la hora, ambos secretos serán revelados.

Parte importante de esa relación se produce en una bellísima recreación de la escena de la guitarra que conocen los que jugaron el juego. Mención especial para los ojos de Isabela Merced. Y es importante para que lo que sucede a continuación tenga sustento y peso emocional.

El corte a la escena de Isaac torturando a un infortunado miembro de los serafitas (scars) no podría ser, por tanto, más violento, pero sirve para poner de relieve la profunda convicción que mueve a los integrantes de ese grupo. Su capacidad militar -a pesar de su limitado armamento- la pone de relieve la siguiente escena, en la que Ellie y Dina encuentran los restos de un grupo de Lobos asesinados, al parecer, como venganza por los hechos del camino a Seattle.

Lamentablemente el dúo pasa demasiado tiempo examinando la escena y es así que se cruzan con la respuesta del WLF. Sobrepasadas en número y potencia de fuego, ese bien podría haber sido el final de las heroínas de Jackson, pero el oportuno, si bien horripilante, ataque de una horda les da una oportunidad de escapar… por un pelo.
Es una escena intensa, magistralmente dirigida, que combina con precisión las necesarias dosis de suspenso y acción. La persecución en el vagón del metro es calustrofóbica y frenética y, de nuevo, eleva al episodio en términos de puro entretenimiento.

En el escape, un infectado estuvo a punto de morder a Dina y Ellie, que sabe que no puede infectarse, pone su brazo para salvarla. Dina, horrorizada, por poco le pega un tiro, que en este mundo es el curso de acción lógico, y hasta humano. de nuevo, mención especial para Isabela Merced por su actuación en este episodio.
Pero Ellie logra convencerla de esperar -esta es otra de esas cosas que gana intensidad y verosimilitud con respecto al juego- y pasan la noche refugiadas en un hotel, si bien a lados opuestos de una pistola.
El amanecer llega y, con él, la comprobación de que Ellie decía la verdad. Sobrecogida por el alivio de no perderla, Dina le confiesa a Ellie que está embarazada y la besa.
Ellie y Dina se encuentran, así, hablando de un futuro que nunca consideraron antes y que en un mundo como ese se siente como un milagro. Pero, justamente, el mundo en el que están se impone, y un estallido de violencia enfrenta a Ellie con la decisión de seguir con su venganza o regresar porque ahora las cosas son diferentes.
Termina siendo Dina la que toma la decisión: Juntas.
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